viernes, 15 de agosto de 2008

Descansar también agota

Es una paradoja, pero he podido comprobar, tras un mes y medio de convalecencia, que descansar también puede agotar. O, por lo menos, en el caso de los que como yo disfrutan de su trabajo - ya lo sé, soy un afortunado, uno entre un millón - y lo echan de menos cuando se mantienen alejados demasiado tiempo.

Ayer, como todos los jueves cada quince días, tocó visita a la tele para entregar los partes de baja. Y, como cada vez que he ido, me asalta una envidia extraña: me gustaría estar allí todos los días, compartiendo con los compañeros el día a día del lugar donde trabajo. Todos, como es lógico, me dicen que estoy loco, que disfrute de estas "vacaciones" tan particulares que me estoy tomando y que no tenga prisa por volver... y, en verdad, no tengo demasiada, pero si la necesidad de poner mis neuronas a trabajar en aquello que más me gusta hacer.

En casa, el descanso, puede tornarse en rutina. Por suerte, Jimena, mi pequeña de dos añitos, no deja que todos los días sean iguales, sino que imprime a cada momento una sensación peculiar de vértigo por ver lo que hace o deja de hacer.

Ya han pasado 45 días... ¡parece mucho más tiempo! 

No hay comentarios: